El trabajo en remoto es una tendencia al alza. Si bien la tecnología que permite trabajar en la distancia ya está disponible en el mercado desde hace tiempo, la realidad es que esta modalidad ha sido una rara avis en las empresas, sobre todo en las nacionales, que ven con recelo que el empleado esté fuera de su vista haciendo quién sabe qué. No obstante, la nueva realidad social está cambiando poco a poco la mentalidad del empresario y, por ende,transformando el paradigma de organización. Se estima que dentro de un lustro, el 60% de los trabajadores de todo el mundo trabaje en remoto. En España, todavía estamos lejos de este porcentaje, pues el ratio de empleados que disfruta de esta posición en la actualidad, es del 27%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
La globalización de la economía, la popularización de la banda ancha, con la bajada de precios de los servicios de acceso, el progresivo equipamiento tecnológico de los hogares junto con la demanda cada vez mayor del trabajador de poder compaginar sus obligaciones profesionales con las familiares, está favoreciendo esta transición. El hecho además de que los niveles de contaminación de las grandes urbes se estén disparando, consecuencia del calentamiento global, y estén limitando el acceso de los vehículos al centro de la ciudad junto con el tiempo que invierte el trabajador cada día en desplazarse a su puesto de trabajo, están ayudando a que algunas entidades empiecen a considerarpolíticas de flexibilidad laboral, que permitan al trabajador realizar sus funciones en casa igual que si estuviera en su puesto. La extensión de determinadas aplicaciones al móvil del empleado, como el acceso al correo electrónico de la empresapara que pueda atender los correos cuando está fuera de la oficina, es un claro ejemplo de que las organizaciones pueden…la pregunta es ¿quieren?
El arraigo de la cultura del ‘presentismo’ dentro del tejido empresarial español es el principal hándicap para el teletrabajo. Un concepto que nace en plena revolución industrial y que poco tiene que ver con las nuevas coordenadas impuestas por la economía social. En un sistema en el que se premia más el estar que el hacer, es imprescindible que los directivos den un giro de 180º y apuesten por una cultura de confianza, que permita a los trabajadores disfrutar demás autonomía aunque eso signifique ceder cierto grado de control sobre los mismos. Fijar objetivos y decir al empleado qué se espera de él en el desempeño de sus funciones es el punto de partida. Las empresas tienen que entender que actuando bajo esta premisa, podrán seguir siendo competitivas, pues contarán con empleados más comprometidos ymás productivos. Hay estudios que prueban que esta flexibilidad puede aumentar la productividad de las empresas en hasta un 19% sin necesidad de hacer grandes inversiones.
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