La semana pasada la industria de la tecnología se quedaba huérfana con la pérdida de Paul Allen, fundador junto con Bill Gates de Microsoft. Un cáncer, contra el que luchaba desde 1983, le arrebataba la vida a los 65 años de edad.
Su pasión por los ordenadores, que le despertó a la temprana edad de los 14 años, y su amistad con Gates, del que le separaban tres años, le llevaron a fundar una de las compañías emblemáticas del mundo TIC. Sin embargo, la relación Allen-Gates no siempre fue idílica. De hecho, coincidiendo con los primeros síntomas de la enfermedad, Allen abandona la compañía, ya convertido en multimillonario, dedicando al que había sido su socio toda una serie de reproches en su autobiografía. Aunque las aguas se calmaron- tras la muerte de la madre de Allen, Bill mostró su predisposición a acercar posturas-, lo cierto es que la relación siempre ha estado rodeada de sombras. A pesar de todo, Gates se ha mostrado totalmente desolado por la muerte de ‘su amigo’ sin el que, según sus propias palabras, “la computación personal no habría existido”. Y es que fue Allen quien convenció a Bill Gates de cobrar menos a IBM para poder mantener la posibilidad de licenciar el que acabaría siendo llamado MS-DOS, antecesor del archiconocido Windows. Una decisión vital que transformó la suerte de la empresa, al convertirse en el proveedor de sistema operativo preferido de cualquier fabricante.
Más allá de su éxito empresarial, Allen fue una persona totalmente comprometida. Se calcula que destinó más de 2.000 millones de dólares a 1.500 organizaciones para una amplia variedad de fines como el Instituto Allen por la Ciencia del Cerebro, el Instituto para la Inteligencia Artificial y el Instituto de Ciencia Celular. En un perfil más personal, encontramos al Allen más soñador, aquel que dedicó su esfuerzo y dinero en el turismo espacial o rastreando los fondos marinos en busca de buques hundidos de la Segunda Guerra Mundial. Allen, era además un gran aficionado al deporte, una de sus principales pasiones. Su primera inversión en el deporte profesional fueron los Seattles Seahawks, en 1997. En 1988, con 35 años, compró los Blazers, que calificó como “un sueño hecho realidad para todo aficionado al baloncesto». Su tercera inversión llegó en la Major League Scoccer (MLS), donde entró a formar parte de la propiedad de los Seattle Sounders.
El legado de Allen es innegable en todos los ámbitos, pero en el que nos toca: Hoy pocos imaginan un escritorio sin Windows, sin ese sistema operativo de ventanas que facilitó el acceso y popularizó el uso de la tecnología en el puesto de trabajo.
