Ya queda menos para que los niños empiecen a escribir la carta a sus Majestades de Oriente. Una misiva que sólo guarda la tradición en su forma, pues el contenido parece, a lo ojos de un niño de los ochenta, cosa de ciencia ficción. Y es que atrás quedaron los muñecos articulados y los juguetes que requerían de la intervención del niño para moverse, interactuar y crear su propia historia. Sobraba imaginación y faltaba tecnología.
Con el transcurso de los años, empezaron a sumarse a la lista de sus Majestades, los primeros dispositivos electrónicos como las consolas de videojuegos. Posteriormente, comenzamos a ver cómo los juguetes cobraban vida, con primitivos mecanismos de acción limitada. Con ellos, arrancaba una nueva era en la industria, un necesario punto de inflexión, si querían competir con los nuevos dispositivos que empezaban a acaparar la atención de los niños.
En la actualidad, se estima que la mitad de los niños entre 1 y 2 años ya usan móviles y tabletas para jugar y, a partir de los ocho años, el niño prefiere la tecnología frente al juguete tradicional. Hablamos de teléfonos inteligentes, ordenadores, tabletas o un patinete eléctrico. En esta guerra, el juguete tradicional ha tenido que reinventarse y adaptarse a la demanda integrando su toque de tecnología. El juego de mesa se convierte en un tablero interactivo, por ejemplo, o las muñecas se conectan a internet a través del bluetooth y son capaces de responder a casi cualquier pregunta que se le haga sobre matemáticas, historia o de actividades del día a día.Incluso, la mascota que todos hemos pedido a los Reyes de niños, ha pasado de ser de carne y hueso a digital. Así, surgieron a medidos de los años,los Tamagochis, la primera mascota virtual con forma de huevo, con la que los niños jugaban a ser papás pues se le tenía que alimentar, limpiar los pañales, dar un baño, acostar y poner las vacunas. Tras él, vino el Furby, esa especie de pollito peludo cuyo cuerpo estaba cubierto de sensores, que ayudaban a la inteligencia artificial de la mascota virtual a darse cuenta de los contactos con el mundo exterior. Posteriormente, nació Aibo, una mascota virtual que fue bastante revolucionaria en su momento. Hoy una década después, Aibo vuelve al mercado renovado ya que se le ha dotado de inteligencia artificial, algo que le hace única respecto a otras mascotas virtuales del mercado.
Con la apariencia de un perro de 30 cm de altura, fabricado con materiales de aleación plástica, y equipado con pantallas OLED, conectividad Wi-Fi y sensores de movimiento y de sonido, Aibo es capaz de interactuar con las personas. Además, incorpora tecnología de aprendizaje continuo. Esto significa que puede seguir aprendiendo día a día de manera independiente yseguir desarrollando su personalidad, evolucionar en comportamiento y formas de interactuar con sus dueños. Todo un avance sin duda. Sin embargo, esta excesiva digitalización del mundo infantil hace que muchos miren con recelo estos nuevos juguetes ya que consideran que los niños dejan de experimentar en el mundo real con seres reales. Pero cabe recordar que en pleno siglo XXI, la frontera de lo real y lo digital se ha difuminado y ambos han creado una nueva realidad.
