Este viernes 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la mujer trabajadora, una onomástica que se viene celebrando desde principios del siglo pasado (1911) y que pone de relieve la creciente participación de la mujer en la sociedad y en su desarrollo como persona.
Un siglo después de salir a la calle para celebrar este día y, a pesar de que se han logrado muchos avances, todavía queda margen para la mejora, sobre todo, en el ámbito laboral y familiar. Aunque España ocupa el lugar número 29 de 149 países en el ranking general sobre países más igualitarios del Foro Económico Mundial, en cuanto a participación económica y oportunidades para las mujeres, nuestro país se sitúa en la posición 80ª, y desciende hasta al puesto 129º cuando hablamos de brecha salarial (salario percibido por el mismo trabajo) . En esta tesitura, es necesario seguir manteniendo viva la reivindicación de igualdad: la igualdad de oportunidades y salarial, así como la corresponsabilidad en las tareas del hogar y en el cuidado de los hijos y personas mayores.
En la actualidad, las cifras hablan por sí solas: El 56% de las mujeres renuncia a su carrera profesional por ser madre frente al 6% de los hombres. Pero aún más, un 57% de las mujeres ha renunciado a trabajos por ser incompatibles con la maternidad y al 35% no la han promocionado por el hecho de ser madre.
Pero, incluso en las familias donde la corresponsabilidad es la tónica, la mujer sigue jugando un papel protagonista, heredado de una sociedad patriarcal y de la exigencia que asumen muchas como una responsabilidad propia de su género. Esto ha generado una carga mental que desemboca en el “síndrome de la mujer agotada”, y que acaba absorbiendo toda nuestra energía y mimando nuestra salud emocional.
La falta de medidas que favorezcan la conciliación real, que sitúa a la mujer a iguales méritos y formación, en desventaja frente a los hombres, ha propiciado la reivindicación de toda una generación de mujeres de su derecho a una vida sin hijos por decisión propia. Se estima que en los países occidentales entre un 25% y un 30% de las mujeres en edad fértil no serán madres, lo que supone un enorme cambio sociológico en una civilización, educada en la religión católica, en la que se otorga a la mujer como principal rol, el de madre.
Esta tendencia, que ya se ha agrupado como movimiento bajo el acrónimo de NoMo (Not Mothers en inglés), está rompiendo con muchos estereotipos en una sociedad, en la que las mujeres reclaman su sitio y acabar con su condición de profesionales y ciudadanas de segunda.
