Hoy en día es muy extraño ver a un grupo de niños jugando en la calle por las tardes, tras el cole. Es cierto que la sensación de inseguridad de los padres ha aumentado en las últimas décadas, y que la pertenencia al barrio, como teníamos los niños de los años 80, ha desaparecido. Pero más allá de estas dos razones hay un poso más profundo que diferencia ambas generaciones y es el uso intensivo de la tecnología. La AIMC Niñ@s revela que, en los hogares españoles con niños, hay un extraordinario equipamiento tecnológico. Se estima que en general, cuentan con 7 dispositivos y que los más pequeños utilizan una media de 4. En este contexto, no es de extrañar que los menores españoles pasen una media de 2,5 horas diarias de su tiempo de ocio frente a pantallas de dispositivos móviles. Eso sí, en Europa nos adelantan por goleada. Por ejemplo, en Reino Unido el tiempo medio es de 3 horas diarias.
Dejando aparte las diferencias culturales, climatológicas y sociales de cada país, la infancia de hoy ha perdido las ganas de jugar y de interactuar con otros y ha reemplazado a la pandilla por un gadget que le ha acompañado, en algunos, casos, desde sus primeros años de vida. Tal y como recoge el estudio Tendencias de juguetes y juego en familia en España, la mitad de los niños entre uno y dos años utiliza el móvil para ver vídeos de dibujos o canciones infantiles. Y este uso se va haciendo cada vez más intensivo a medida que el niño crece, hasta relegar al juego convencional a un plano testimonial a partir de los ocho años. Según los datos recogidos en la Guía AIJU 2017-18, a esa edad sólo tres de cada diez niños pasan más de cuatro horas semanales jugando con juguetes. Algo impensable para sus progenitores, niños de los años 80 que crecieron disfrutando de tardes de invierno interminables con los Juegos Reunidos, el Twister, el Tragabolas, al o el Scalextric… o de las archifamosas barriguitas o Barbies, Pin y Pon o los clicks de Playmobil. Aunque, si el tiempo lo permitía, pocos eran los que se perdían jugar al rescate,al pañuelo o al balón prisionero a la hora de la merienda.
En la actualidad, muchos niños no saben divertirse sin una pantalla -se estima que el 50% de los menores presenta una adicción a los teléfonos móviles-, y la mayoría de ellos afirma no jugar al aire libre, ni saber inventar juegos, lo que repercute en su capacidad de socialización y en el desarrollo de la creatividad y de la imaginación. Si no ponemos límites, si no les enseñamos a cómo utilizar de forma racional la tecnología través del uso de herramientas de control parental y fomentamos el juego infantil así como la oportunidad de “conocer, experimentar, hacer, deshacer y transformar por sí mismos”, seremos cómplices de favorecer generaciones de niños hiperconectados, con dificultados psicomotoras básicas como abrocharse un botón, reacios a la diversión y a las relaciones sociales que requieran esfuerzo, y con patrones “más rígidos” de comportamiento, que les dificulte adaptarse a situaciones reales en las que no tienen el control, generando frustración y baja autoestima.
Esta semana que celebramos el Día Universal del Niño, es fundamental que los adultos recapacitemos y pensemos en qué estamos fallando. La coherencia entre lo que le pedimos a nuestros hijos que hagan y lo que nosotros como padres hacemos es fundamental. Por este motivo, ¿no crees que el hecho de que los españoles pasemos 5,5 horas diarias online ‘justifica’ porqué ellos vivan hiperconectados? Se abre el debate J
