El sector de la cosmética y de la imagen personal vive su mejor momento. Nunca antes se ha rendido tanto culto al cuerpo como hoy en día. Se han estandarizado unos hábitos de vida saludables, que contemplan el cuidado por una alimentación más equilibrada, libre de componentes químicos y comprometida contra el ‘maltrato animal’, y la práctica habitual de cualquier disciplina deportiva, entre las que destaca el running. Se estima que solo en nuestro país, el 23% de la población sale a correr al menos una vez por semana y que el consumo nacional de productos ecológicos crece a un ritmo exponencial. Según datos oficiales, el gasto per cápita en productos verdes en España ha aumentado un 12,58%, situándose en 36,33 euros por persona en 2017.
Esta preocupación por la salud y por la imagen la están aprovechando tanto las marcas deportivas como las de alimentación y las de belleza, que han visto en esta tendencia ‘healthy’ un filón para sus ventas. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y replicar patrones del pasado no es suficiente para ‘atraer’ a un consumidor cada vez más informado. En este sentido, la tecnología se está descubriendo como un importante filón para esa diferenciación de las marcas. Desarrollar, con la ayuda de la tecnología, productos innovadores, que respondan a los intereses de los usuarios y que ofrezcan una experiencia “Best-in-class”, es la clave.
Ya existen ejemplos significativos como por ejemplo, un cepillo que integra seis sensores que recogen distintos tipos de información como la manejabilidad, el encrespamiento, la sequedad, las puntas abiertas o la rotura, proporcionando un diagnóstico de la salud de nuestro pelo. O maquillajes personalizados al 100%, según el tipo de piel del usuario. Hablamos de un producto capaz de dar un espectro de 8.000 tonos distintos, que si se combinan con los grados de cobertura y tipo de piel dan un total de 72.000 posibilidades, lo cual queda bastante por encima de las 650-700 que se calcula se necesitan para cubrir todo el rango de tonos de piel. Esta propuesta consigue, según diferentes estudios del mercado, que ese 50% de consumidores que no encuentra el tono adecuado (salvo que se tenga un tono muy estándar), dé en el clavoJ
Las posibilidades son infinitas, tantas como dé de sí la imaginación de los usuarios y de los fabricantes. ¿Por qué no espejitos mágicos como el de Blancanieves que nos ayude a saber cuál es la paleta cromática que más nos favorece y ser así “la más bella del Reino”?
